GM

Oscar Panno

 

 

 “Personalidad destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires”

 

18 de julio de 2006

Foto publicada en La Nación

         

HOMENAJE AL GM OSCAR PANNO

 

(Texto del discurso del MF Fernando Pedró[1], en 18 de Julio de 2006, durante el acto en que se declaró al GM Oscar Panno “Personalidad Destacada de la Cultura”, por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, de acuerdo al Proyecto impulsado por el Diputado Norberto Laporta, Presidente de la Comisión de Cultura de dicho cuerpo.)

 

 

         Hoy es un día de fiesta para el ajedrez argentino.

         Este homenaje, que la Ciudad de Buenos Aires tributa al Gran Maestro Oscar Panno, es el reconocimiento a una trayectoria construida en base a talento y a esfuerzo personal y cimentada sobre la historia del ajedrez nacional.

         Sobre Panno se puede hablar de sus éxitos deportivos, de su tarea docente, de su labor como escritor difundiendo sus enseñanzas…, pero quiero comenzar contándoles sobre el Círculo PeónRey, ese club de ajedrez que el maestro está ayudando a construir en el barrio de Saavedra, su barrio de toda la vida.

         En ese club, al que nos prohibió enfáticamente ponerle su nombre, el gran maestro no solamente enseña a los niños y jóvenes que se acercan, sino que colabora desde la función que sea necesaria en cada momento. Desde proyectar la obra con los arquitectos o hacer gestiones para conseguir los fondos que permitan realizar la construcción, hasta armar los tableros para el comienzo de un torneo o llevar el pan a las mesas en la cena de camaradería.

         Y quise comenzar relatándoles esto, porque ejemplifica su manera de hacer las cosas. Como ingeniero sabe lo importante que es construir. Como ajedrecista conoce la importancia de que todas las piezas colaboren en el objetivo, y así él siempre está en el rol que haga falta. Es la pieza centralizada que domina todo el tablero y con ello aumenta su valor relativo.   

 

Semblanza de un Gran Maestro

 

         Panno hizo su irrupción grande en el ajedrez en el año 1953, cuando ganó –en orden cronológico– el Campeonato Argentino Juvenil, el Magistral del Club Argentino de Ajedrez –delante de maestros de la talla de Pilnik, Rossetto y Raúl Sanguinetti–, el Campeonato Mundial Juvenil    –superando a Larsen, Ivkov, Darga y Olafsson, entre otros–, el Campeonato Argentino Absoluto, finalizando el año con su triunfo en el Match por el título del Club Argentino de Ajedrez frente al MI Luis Piazzini.

         Al año siguiente ganó el Zonal Sudamericano e integró, como tercer tablero, el equipo olímpico argentino que obtuvo el subcampeonato en Amsterdam. Desde entonces seguirían otras diez actuaciones olímpicas, hasta Manila 1992, con un rendimiento promedio del 62,8%. Sus mejores performances fueron en Münich 1958, donde alcanzó invicto el 75% del puntaje ideal, y La Habana 1966, competencia en la que, también invicto, obtuvo la medalla de oro al mejor segundo tablero, con un 77,8% de efectividad.

         Disputó el Campeonato Argentino “solamente” en trece oportunidades. Sus victorias en los años 1985 y 1992 se suman a la ya mencionada de 1953, alcanzando el subcampeonato en otras dos ocasiones. Lamentablemente las fallas organizativas de la dirigencia del ajedrez impidieron una participación más frecuente del Gran Maestro Panno en la máxima cita del ajedrez argentino y, seguramente, varios logros en la misma.  

         Sería muy largo enumerar todas las conquistas de Panno si se tiene en cuenta que desde las primeras hasta su victoria en el Memorial Internacional Pereyra Puebla, celebrado en la ciudad de Mendoza en diciembre de 2003, transcurrió más de medio siglo. 

         Pero debo hacer mención a dos torneos. Su tercer puesto en el Interzonal de Gotemburgo en 1955 marcó el punto más alto de un argentino en el camino hacia el título mundial. Panno se ubicó por delante de los futuros campeones mundiales Petrosian y Spassky (derrotando a este último en una sensacional partida que mereció uno de los premios de belleza del torneo). Se ubicó delante también de jugadores como Geller, Szabó, Pilnik, Filip y Najdorf, entre otros.

         Sólo quedó por detrás de David Bronstein y Paul Keres, disputando con el primero la partida decisiva del torneo y, necesitado de ganar para conseguir el triunfo final, rechazó dos propuestas de tablas de su encumbrado rival, tratando de imponer un peón de ventaja, que le hubiera otorgado la victoria en tal evento.

         Comentando esa partida, Bronstein elogia a su rival señalando que “si bien juega en un estilo posicional, Panno nunca es perezoso en analizar una u otra variante violenta.”

         Pocos años más tarde sería el campeón mundial Mikhail Tal quien recordaría con elogios la actuación de nuestro compatriota en una partida del torneo Interzonal de Portoroz en 1958 al punto de considerar aquella victoria sobre el argentino como una de las partidas que más le habían gustado entre las miles que disputó.

         El otro torneo que no puedo dejar de mencionar es el de Palma de Mallorca en 1972, donde obtiene el triunfo delante de Smejkal, Korchnoi, Anderson, Averbach, Gheorghiu, Polugaievsky y Ljuboievic, de los cuales vence a Korchnoi y Polugaievsky en su partida individual.

         Ambas actuaciones –Gotemburgo y Palma de Mallorca– significarían hoy performances de más de 2700 puntos de ELO, ubicándolas como propias de un jugador de la elite mundial.

 

Panno y la docencia

 

         Hasta ahora he hablado de la faceta deportiva de la carrera de Oscar Panno. Pero no menos importante para el ajedrez argentino es su rol docente y de difusor del noble juego.

 

         Tomando palabras del maestro:

 

   "El Ajedrez, además de sus bondades como juego de entretenimiento, que ha superado la prueba del tiempo, merece con amplitud la jerarquía de una poderosa herramienta para el crecimiento intelectual de la juventud..."

   Este aserto está sólidamente fundado en el hecho de que el mis­mo encierra, bajo la apariencia de un pasatiempo más o menos com­plejo, todas las características de un organismo de estrategia pura, ya que al margen de la trivial comparación con una incruenta batalla entre ejércitos rivales, contiene aspectos formales que involucran a la mayo­ría de las manifestaciones de la actividad humana...."

 

                   Oscar Panno, coherente con esta manera de pensar, no eludió el compromiso por la docencia, brindando su sabiduría no sólo como profesor de varias generaciones de maestros argentinos, sino también desde las aulas del Colegio Nacional de Buenos Aires y numerosas entidades deportivas.

                  Como señala el MIP Enrique Arguiñariz en su biografía sobre el Gran Maestro, próxima a editarse:

 

   “Panno considera que este juego debería enseñarse en forma masiva, quizá como materia curricular de las escuelas primaria y secundaria, porque para jugar al ajedrez no basta con memorizar recetas inventadas por otros: el jugador tiene la obligación de tomar decisiones por sí solo en situaciones totalmente nuevas y, basando su elección en relaciones de causa-efecto sobre probables escenarios futuros que él, por sus propios medios, tiene que prever. Y esto es un magnífico entrenamiento para las decisiones de cualquier orden que se tomen en la vida, prescindiendo de modas o recetas mágicas que los políticos, los medios, los publicistas o cualquier otro grupo de interés quieran imponer. En definitiva, el ajedrez sería un excelente medio para favorecer la gestación de una sociedad pensante.” 

 

 

El Ajedrez en Buenos Aires

 

                  Esta Ciudad de Buenos Aires que hoy rinde homenaje al Gran Maestro Oscar Panno tiene una larga tradición ajedrecística. Ya en los albores de la patria, hay numerosas referencias  de que el ajedrez como juego era practicado por numerosas figuras públicas. Según el general Jerónimo Espejo, partícipe del cruce de los Andes: "San Martín lo desempeñaba bien aventajadamente como lo veíamos cuando la formación del Ejército en Mendoza.” También Rivadavia, Lavalle, Rosas, José María Paz, Florencio Varela y Alvarez Thomas, entre otros, se encontraban entre sus cultores.

                  Hacia mediados del siglo XIX, Sarmiento nos cuenta que el ajedrez ya se había instalado como un juego infaltable en las tertulias y, trás la Organización Nacional comenzaron a surgir clubes, como los del Progreso y del Plata, en donde era práctica habitual. Con las olas inmigratorias de fines de siglo llegaron los primeros conocimientos teóricos. Al mismo tiempo se comenzaron a traducir los primeros libros sobre el juego.

                   En ese caldo de cultivo se fundaron en Buenos Aires  entre 1881 y 1911 no menos de diez Círculos de Ajedrez, destacándose, por supuesto, el Club Argentino, que cumpliera el año pasado su centenario y del que el GM Oscar Panno fue campeón durante veintiocho años.

                  Podríamos afirmar que aquella dirigencia del Club Argentino, encabezada por el Dr. Emilio Carranza y, especialmente, por José Pérez Mendoza, fue el alma mater del florecimiento del ajedrez argentino. No solo contrataron las visitas del campeón mundial Emanuel Lasker (en 1910) y de José Raúl Capablanca (en 1911 y en 1914), para que apoyen la formación de los mejores ajedrecistas locales, sino que también comenzaron a editar su revista de ajedrez en forma periódica, y, por otro lado, se dieron cursos de ajedrez en varios Colegios Nacionales, la Penitenciaría Nacional y el Instituto Nacional de Ciegos, entre otras instituciones; remarcando siempre la importancia del papel formativo del ajedrez para la sociedad.

                  Los nombres de Miguel Gelly, Rolando Illia, Julio Lynch o Benito Villegas, son sólo algunos de los jugadores que comenzaron una larga cadena que posibilitó el crecimiento del ajedrez argentino. En ese crecimiento tuvieron mucho que ver, más adelante, dos hombres: los maestros Damián Reca y Roberto Grau que, más allá de sus logros deportivos, dejaron en sus libros un legado teórico importantísimo para el desarrollo de las futuras generaciones de ajedrecistas.  

                  Buenos Aires fue sede, además, del recordado match en que Alexander Alekhine arrebatara el título a José Raúl Capablanca en 1927. En esos años no se dejó de estimular el contacto con los maestros de la elite. Ricardo Reti vino a jugar el Campeonato Argentino de 1924, Tartakower disputó un match en 1931 con el joven Isaías Pleci, el mismo Alekhine, siendo Campeón Mundial, fue contratado en dos oportunidades para entrenar el equipo argentino antes de la disputa de sendos Torneos de las Naciones.

                  Y llegamos a 1939, año clave para el mundo, y que tuvo un efecto colateral sobre el desarrollo del ajedrez argentino. Se disputaba en nuestro país el Torneo de las Naciones cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, lo que hizo que un buen número de participantes se radicara en la Argentina. Algunos definitivamente, como Najdorf, Eliskases –que también vivió algunos años en Brasil–, Pelikan, Frydman, Becker y Michel. Otros, como Stahlberg y Czerniak se quedaron hasta que Europa retornó a la paz. Este hecho fue muy significativo, ya que esos maestros, sumados a un grupo de jugadores locales que venía progresando (encabezados por Pilnik, los hermanos Bolbochán, Rossetto y Guimard), convirtieron en pocos años a nuestro país en una potencia ajedrecística.

                  Y llegaron los subcampeonatos mundiales en 1950, 1952 y 1954. En el medio, Buenos Aires asistió al recordado match entre Miguel Najdorf y Samuel Reshevsky, en 1952. Ambos estaban por entonces entre los diez mejores jugadores del mundo. Analista de Najdorf en ese match fue el GM Julio Bolbochán, profesor y entrenador de Panno, y quien lo guió en la preparación para la conquista del Campeonato Mundial Juvenil.

 

Legado

 

                  Dije al comienzo que éste era un día de fiesta para el ajedrez argentino. En el homenaje que se le hace al Gran Maestro Oscar Panno está implícito el reconocimiento hacia Pérez Mendoza, Gelly, Illia, Reca, Grau, Julio Bolbochán y tantos otros que colaboraron en la formación de un estilo.

                  El Gran Maestro Oscar Panno supo continuar con esa tradición, no sólo con sus propias epopeyas deportivas en la competencia de máximo nivel, sino también brindando sus conocimientos a una larga lista de maestros que sería imposible enumerar sin caer en lamentables omisiones. Lo hizo en base a esfuerzo personal, luchando varias veces contra la dirigencia de turno, que no comprendía la importancia y la necesidad de la transmisión de ese legado, como sí lo comprenden aún hoy varios de los mejores ajedrecistas del país, que siguen buscando sus clases magistrales.

                  “Somos una familia”, decimos los ajedrecistas. Hoy esa familia ajedrecística se hizo presente en este Salón a fin de tributarle al Gran Maestro Panno, junto a todo el pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, este justo homenaje con afecto, agradecimiento y admiración.

 

                  Gens una sumus.


 

[1] Fernando Pedró es Maestro FIDE y periodista. Edita en internet el sitio Metajedrez (www.metajedrez.com.ar), dedicado al ajedrez y la cultura. Además, dirige las Colecciones Ajedrecísticas de Alvarez Castillo Editor (www.alvarezcastillo.com.ar). Correo electrónico: metajedrez@yahoo.com.ar